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En septiembre, quien tenga trigo que siembre

por | General

En septiembre, quien tenga trigo que siembre

Erling Kagge, escritor, explorador, abogado, coleccionista de arte y editor – ahí queda eso-, dice en su libro “El silencio en la era del ruido”: “Yo no sé hacer punto, pero cuando veo a alguien haciéndolo pienso que esa persona consigue en cierta manera la misma paz interior que yo he experimentado en mis expediciones […] Se diría que todos, o como mínimo muchos de nosotros, deseamos volver a algo original, auténtico… y encontrar la paz. […] Hay algo de lento en este tipo de tareas, algo que permanece, algo meditativo.” ¿Compraríais esta idea? Nosotras, desde nuestro taller de restauración de muebles, rotundamente sí.

Estamos a punto de inaugurar el último trimestre de un año insólito. Nos hemos visto empujados a repensar nuestro ocio, el contacto social, las vacaciones. Nos teníamos por dueños y señores del mundo y creíamos, tal vez, que la libertad era estrujar la vida buscando experiencias fuera de nosotros. Probar un restaurante nuevo, adquirir la última tecnología, visitar países en la otra punta del globo… Y, de pronto, un virus insignificante parece empequeñecer todo a nuestro alrededor, nos obliga a mirar hacia dentro, a mirarnos y mirar los espacios que se supone son nuestro refugio.

Trigales en verano
Encerar-puerta-restaurada
Taller de restauración

Tras la rabia del primer momento, lo fuimos aceptando. Nos dimos cuenta que el móvil y demás pantallas se quedaban cortos para hacernos sentir vivos. Nos preguntamos si no sería posible recuperar aquella afición tan entretenida, se nos daba bastante bien cuando nos dedicábamos a ella, hace ya tiempo… Descubrimos que entregarse en cuerpo y alma a crear nos devolvía la sensación de utilidad y pasaban así más rápidas las horas. Y entonces nos preguntamos: ¿por qué no dedico tiempo a cosas como ésta, que me hacen sentir tan bien?

Redescubrimiento de nuestros paisajes caseros y expectativas

Paisajes de otoño

A esto se unió el redescubrimiento de nuestros paisajes caseros. Caímos en la cuenta de que las plantas languidecían y que en todos los rincones nos esperaban objetos desde hacía siglos, para ser pegados, cosidos, restaurados, remendados, instalados. ¡Venga! Las casas revivieron con nuestra dedicación y constatamos con cierta sorpresa que nos sentíamos más a gusto en ellas. Sin embargo nos volvimos también más críticos y selectos, al tiempo que más conscientes de lo que queríamos conservar: el confinamiento dio un brillo desconocido a lo que había de nosotros en cada rincón del hogar. ¿Y si aprovechase para pintar la habitación de los niños? ¿Y si arreglaste el interruptor de la lámpara del comedor? ¿O si restaurar el viejo secreter de mi padre? ¿Y si buscaes cómo hacer un regalo artesanal, personalizado, para dar color al encierro de mis seres queridos?

El verano tampoco nos ha dejado indiferentes. Entre el miedo y la prudencia hemos optado por no irnos muy lejos. De entrada fue una desilusión mayúscula: cambiar Tailandia por el Valle de Àneu nos fastidió un poco, por qué no decirlo; nos fuimos con la pesadumbre enroscada en la garganta. Pero menuda sorpresa… el Valle de Àneu es precioso, casi se nos escapan las lágrimas al pisar los caminos que recorrieron los abuelos huyendo de la Guerra Civil. Cuidado, que la belleza no acaba aquí. También nos esperaba en el Delta, pedaleando entre marismas y disfrutando de un arroz que nos traslada a las comidas dominicales en familia. De hecho, hemos hallado por todas partes belleza y bienestar. Hasta nos hubiésemos quedado una semana más, ¡o dos! No pasa nada, podemos volver durante el otoño, está aquí al lado.

Reconsiderando nuestro estilo de vida

En los últimos tiempos, con la emergencia climática como telón de fondo, han recuperado posiciones viejos conceptos y costumbres que nos invitan a reconsiderar nuestro estilo de vida. El consumo de productos cultivados con mimo y respeto, el trabajo de los artesanos, el contacto con la naturaleza… Si nos quedaban dudas sobre la importancia de todo ello, la pandemia las ha disipado. Desgraciadamente a las personas se nos olvidan las cosas más elementales con una rapidez pasmosa. Podremos dejar de vivir dando la espalda a lo que nos es más natural, a aquello que nos hace ser quienes somos, lo que nos conecta con nuestra historia y nuestra capacidad creativa? En septiembre, quien tenga trigo que siembre, dice el refrán. La pregunta capital es: ¿qué queremos recoger en un tiempo?

Desde Mel i Llimona te proponemos acercarte a este bienestar reencontrado a través del contacto con los materiales que forman parte de nuestra historia pasada, presente y futura. Tanto si lo que quieres es dar vida a aquel mueble de herencia que, tras pasar por tus manos, llenará el espacio de ecos tiernos de infancia, como lo que te ilusiona es hacer un fotowood de aquella fotografía tan especial de cuando abrazaste a los tuyos -a distancia- tras tres meses de virtualidad, en nuestro taller artesanal estamos deseosas por acompañarte. Crea para ti el espacio que tanto has echado de menos y haz que renazca la madera entre tus dedos, rescata las filigranas de los nudos de debajo del polvo o aprovéchalos para dar relieve a las imágenes que quieras transferir. ¿Quieres sembrar artesanía en tu vida? ¡Te esperamos!

Butaca colonial

537.19

Butaca Colonial restaurada – Madera exótica
Medidas: 100 x 70cm Altura 90cm
Originalmente era con rejilla, ahora con tapiz.
Este tipo de butacas iban en la cubierta de los barcos que iban a las colonias (África)

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